Cuando tu ex se compromete
A veces no sé cómo explicar las cosas que siento, porque desde que comencé el semanario del tamal, escribo para un público imaginario, y debo hacer un esfuerzo consciente para recordarme que solo escribo para mí.
Recordarme que en este momento de autoinspección, soy yo y una hoja en blanco hablándonos.
La hoja en blanco es más que nada un espejo, que me ayuda a reflejar lo que soy y mis sentimientos.
Hola espejo, ayúdame porfavor.
Ayúdame porque traigo una gran maraña de pelos en mi interior que quisiera gomitar, pero como soy humano y no gato, tengo que desenmarañarla para poder seguir adelante. Vomitar mis sentimientos no es tan efectivo como procesarlos.
Desde que pasó aquello que pasó, he estado vomitando mis sentimientos a toda persona que esté dispuesta a escucharlos, pero ni esas personas son psicólogos, ni yo soy una oradora contando su historia de vida en una conferencia de superación personal, ya que siendo honesta, aún no llego a superar nada.
Soy una persona que escribe sus sentimientos para evitar vomitarlos con las personas incorrectas.
So here we are.
Hace un buen rato conocí a una persona que me cambió la vida. Que me hizo pensar que el amor era posible, que no tenía por qué tenerle miedo a nada, que fue mi primera en todos los aspectos, y que al irse, pensé que también sería mi última en todos los aspectos.
Esa persona y yo construimos una casa juntas, la levantamos ladrillo a ladrillo, aprendimos a ser la una de la otra, ser refugio, madre, hermana, confidente, comediante personal, mejor amiga, amante, novia, el amor de nuestras vidas.
Pero como es usual en la persona a quien le otorgas el título del amor de tu vida; dejó de ser el amor de mi vida en el momento en que ella encontró a su siguiente amor de su vida.
Y yo me quedé. Por un tiempo me quedé en esa casa que habíamos construido juntas, de amistades compartidas, de recuerdos (buenos y malos), de peleas a gritos, de besos a escondidas, de noches de fiesta, noches de llanto, de conversaciones que nos cambiaron la perspectiva. De los abrazos más cálidos, de las caricias más puras. Me quedé en esa casa, sola, hueca, llena de recuerdos que pinté de color de rosa solo porque eran conocidos no porque eran estrictamente ciertos. Me quedé echa bolita, preguntándome ¿por qué? por meses en la oscuridad sin saber quién había llegado? Quién era el nuevo amor de su vida. Bright new shiny toy.
Luego lo supe. Supe quién sería el siguiente amor de su vida. La siguiente virgen bendita a quien dedica su fervor. La siguiente angelical visión de su futuro como madre, como esposa, como mujer de alguien.
Una vez que pude poner cara y nombre a la nueva integrante de su novela perfecta, entendí, que la casa que alguna vez construimos, no existía más. Que ese lugar imaginario en el que vivimos por mucho tiempo, y al que visitábamos en cada beso, se había derrumbado por completo, y ahora no había más que escombro.
En fin. Seguí con mi vida.
Ha pasado ya tiempo desde aquel desastre natural. Ha pasado ya tiempo desde la gran ola de Kanagawa. Ha pasado ya tiempo que me separé de mi mejor amiga, y aunque sé que la persona que alguna vez amé con todo mi corazón, no existe más, de repente me visita el fantasma de nuestra relación, para recordarme que soy capaz de amar.
La semana pasada, esa persona que un momento apodé “el amor de mi vida” “mi luna” mi querida Lisi, y “mi terrorista emocional” se comprometió. Se comprometió con el amor de su vida en turno. Con la virgen bendita que posee su fervor. Con la inmaculada visión de su futuro en familia.
Y a mí me toca ser espectadora de este momento, su momento. Me toca ver su evolución y conseguir el anillo que siempre quiso. A ella le toca casarse, y a mí me toca ver el terreno baldío lleno de escombros.
Sé que algún día, ese terreno baldío dejará de existir.
Sé que algún día ya no habrá escombros.
Sé que mi mente es elástica, que los recuerdos se pintan con sentimientos, que la persona a la que amé ya no existe, y que la relación que en su momento tuvimos no daba para más. Pero hoy, hoy me duele, y me toco las heridas para saber que existieron, que exististe y que existimos. Me recuerdo a mí misma, que el duelo es la factura del amor, que te quise como nunca había querido, que después de ti volví a amar, que en su momento me faltó amarme a mí misma, y que seguiré intentando quererme a mí misma cada vez un poco más, para que la siguiente vez que ame, ame desde el desprendimiento, y no desde la carencia.
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No iba a publicar esto porque es muy personal, pero justo una semana después de escribirlo, vi el musical 7 veces adios y dije pues sabes qué, chsm.
Escuchen la canción de “y después” del musical, uffff, yo creo que evoca el mismo sentimiento que ésta publicación del semanario del tamal.